El nimbo celeste viaja, la bóveda estrellada en su plenitud, luz tenue. Llueven ideas, quizás muchas se pierdan, las mejores tal vez. Destellos, sobre un cuerpo diáfano, unas manos que se hacen humo, un halo de gloria, una mente que se desploma. Simetría irracional en todas las partes de un todo, un encanto literario, un plácet a líneas ínfimas, sedimento sobre el interlineado, luctuoso estado de satisfacción inconcebible.
Y es ahí, el momento exacto en el que me convierto en dios sobre el papel, diseño mi propio universo perpendicular; sin cargar el peso de elogios ni críticas. Así me libro de este planeta moribundo. Entonces la pluma se prolifera y se agita frente a mis ojos, cansada y complacida de haber creado el todo desde la nada.

4 comentarios:
"Y es ahí, el momento exacto en el que me convierto en Dios sobre el papel".
Eso es cierto. En realidad todos y cada uno de nosotros, cuando escribimos, así sea para nosotros mismos, somos Dios en ese momento.
Hay que seguir creando compañero!! Me gustan mucho estas líneas tuyas. Un abrazo
Pues parcero... muy buena prosa, en realidad cada escritor crea su universo y su mente y corazón son las creadoras de todo, no olvidando las manos que son las expresivas.. identificado con el escrito al 100 %.. y es verdad a veces muchas ideas se pierden como las mías
Saludos
O en ese momento no existe un Dios... Éste fue el mejor.
Publicar un comentario